Durante el verano, el buen tiempo propicia que realicemos más actividades al aire libre. Con ello, aumentan ciertos riesgos para la piel, especialmente en los más pequeños; por lo que es importante saber cómo actuar ante las situaciones más frecuentes:
En nuestro medio lo más frecuente son: las picaduras de mosquitos, avispas o abejas.
En personas no alérgicas la sintomatología típica es meramente cutánea, como por ejemplo la sensación de picor y ardor intenso en el área, rojez e hinchazón.
En personas alérgicas o con problemas cutáneos de base pueden existir reacciones exageradas con ampollas a nivel cutáneo e incluso clínica a otros niveles (sensación de asfixia, dificultad respiratoria, hipotensión o shock).
Es importante para los pacientes alérgicos ir siempre identificados mediante pulseras y contar con dispositivos de adrenalina inyectable en todo momento.
Ante las reacciones cutáneas, las molestias derivadas del picor e inflamación pueden hacer necesaria la aplicación de cremas con principios activos antiinflamatorios, como por ejemplo esteroides, inmunomoduladores e incluso el uso de antinflamatorios o antihistamínicos vía oral, si se precisa. Por otro lado, en casos leves, principios activos naturales como la calamina, caléndula, el ictiol o la arnika pueden ofrecer una mejoría de los síntomas.
Para evitar las picaduras, es importante aplicar los repelentes adecuados sobre la ropa, la piel o la ropa de cama. Además, debemos extremar las precauciones vistiendo ropa protectora sobre todo a partir de las 6 de la tarde.
Las actividades al aire libre que realizamos en verano, suponen muchas veces un largo periodo de insolación que comprende las horas centrales del día.
En caso de niños menores de 2 años, debemos evitar la exposición directa sin protección vestimentaria. Por otro lado, en los niños mayores y adultos, además de la ropa, es recomendable utilizar gafas, sombreros y filtros protectores.
Para aplicar los protectores solares correctamente, debemos hacerlo media hora antes de la exposición y repetir las aplicaciones con frecuencia (cada 90 minutos). Además, si sudamos mucho o nos mojamos hay que realizar reaplicaciones de la crema protectora para mantener su eficacia.
Cabe destacar que aún llevando la ropa y cremas adecuadas, las horas centrales del día (de 12 a 16 horas) no deben emplearse en actividades en áreas sin sombra, ya que el índice de radiación UV es el más alto del día y por lo tanto, el riesgo de quemaduras solares es elevado incluso con fotoprotección.
En el caso de que se haya producido la quemadura, el grado nos indicará como debemos actuar:
Hemos de recordar que el riesgo de cáncer cutáneo en la vida adulta está directamente relacionado con el número de quemaduras solares en la infancia.
Las actividades al aire libre, las excursiones al monte o a la playa, también pueden complicarse sobre todo en el caso de los niños con heridas o traumatismos cutáneos.
Lo primero que debemos hacer en el caso de una laceración cutánea es valorar la gravedad del cuadro.
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